lunes, junio 23, 2008

LLEGA EL VERANO.....A LEER

Javier Barraycoa es doctor en Filosofía y la formación aristotélica se le nota. Por eso arranca este estudio afirmando que "el hombre está capacitado para conocer su mundo y actuar en función de ese conocimiento": es la base de la metafísica realista.Pero una cosa es que el hombre esté capacitado para conocer y otra muy distinta que realmente conozca. Y ése es el quid de este libro: llamar la atención sobre una serie de ideas asumidas que se dan por válidas con demasiada facilidad pese a que deforman nuestra visión de las cosas, conduciéndonos a juicios equivocados. Esas ideas las denomina "mitos actuales", porque como tal funcionan: puntos de referencia emotiva, carentes de un sólido fundamento racional, que condicionan una especie de ortodoxia pública (la corrección política) de la cual no está bien visto salirse.Barraycoa, profesor de Sociología en la Universidad de Barcelona y actualmente vicedecano de Ciencias Políticas en la Universidad Abat Oliba de la Ciudad Condal, ha centrado buena parte de sus producción ensayística de los últimos años en argumentar contra ese discurso, convirtiéndose en uno de los más sólidos críticos españoles de la posmodernidad, corriente que en Francia o Italia ha suscitado un intenso debate.En Los mitos actuales al descubierto, recién aparecido, se centra en seis áreas: la desinformación y la manipulación semántica en los medios de comunicación; la conciencia moral fabricada, casi como principios obligatorios y únicos, en torno al ecologismo -que encarna Greenpeace- y la solidaridad -que encarnan las ONG-; los fraudes científicos como pretexto para campañas de propaganda; el arte contemporáneo como instrumento de difusión nihilista; el sexo convertido en nueva mística de la liberación; y la globalización como instrumento de dominio y apoteosis del consumo.Como es su intención declarada, Barraycoa ha escrito estas páginas para "animar al público a leer de otra forma los periódicos, a ver de otra forma los telediarios... a buscar nuevas perspectivas a la hora de interpretar la realidad", porque sólo así, sin una pantalla entre la realidad y la razón, recuperaremos "la verdadera participación social y política".Y es que vivimos rodeados de tamices que nos traducen los hechos a un lenguaje que nos complace porque previamente esas ideas asumidas, esos mitos actuales, se nos han impuesto como filtros. La propaganda ecologista ha logrado, por ejemplo, que Greenpeace sea considerada una autoridad en la materia independiente y no interesada, pese a que, como recoge el autor, dicho grupo o el World Wildlife Found (WWF) han sido acusadas de actuar como meras entidades de recaudación en campañas de dudosos objetivos. Sin embargo sirven a la creación de una moral pública que pasaría a ser la única exigible -el respeto el medio ambiente-, aderezada por gotas de solidaridad que llevan a la práctica organizaciones no gubernamentales cuantiosamente subvencionadas pese a estar "bajo sospecha de haber desviado fondos de apadrinamientos para otros fines más lucrativos". Recuerda Barraycoa los casos de denuncias contra Anesvad o Intervida.Estamos, pues, ante la fabricación de una ética colectiva que no admite discusión (no se puede ser no-ecologista o no-solidario, ni está bien visto censurar a quienes la encarnan), y que sirve para mover emocionalmente a las masas a una determinada interpretación del mundo.Y como a cada ética corresponde una estética, vivimos los tiempos de la deconstrucción en el arte ("lo cutre y lo macabro", subraya Barraycoa, han pasado a ser respetables formas de expresión) y del reinado de la performance, la cual, a diferencia de como se ha construido durante siglos la cultura occidental, ya no busca su perpetuación: "Se agota en sí misma y se extingue al terminar la escenificación".A través de esos mitos actuales se está fabricando, pues, una civilización profundamente mentirosa. Oculta su verdadera naturaleza bajo capas de propaganda que asumimos con una "complacencia intelectual" inducida. Estas páginas sirven de revulsivo, pero no para caer en el escepticismo ante la información que nos llega, sino para saber separar el grano de la paja y "reencontrarnos con la realidad".

lunes, junio 16, 2008

JIM MORRISON EN EL TRANSISTOR ?


Creo que un día de estos voy a preparar un programa especial de EL TRANSISTOR con Jim Morrison como protagonista. Y es que su historia es para contarla...y su música para recordarla y apreciarla. (EL TRANSISTOR se emite los sábados y domingos a las 12,30 horas en Radio Gandia SER, con motivo del 75 aniversario de esta emisora).

Una solitaria carretera de Nuevo México. Un grave accidente. Morrison no tendría más de cuatro años cuando, en un viaje familiar, observó desde el coche un camión volcado en la cuneta, alrededor del cual yacían varios indios moribundos. El hecho debió marcarle tanto como él mismo aseguraba, porque el mito del rock en el que llegó a convertirse se forjó sobre una leyenda india: 'si ves a una persona morir, su espíritu llega hasta ti'. Suena absurdo, pero de ella extrajo Morrison la fuerza suficiente para convertirse en el chamán que hipnotizaba a las masas.
No se equivoquen. James D. Morrison no fue otra estrella estupida, delirante y alcoholizada. Era un autor con talento, un importante compositor, un letrista provocativo e innovador y un cantante cojonudo. Una mente brillante que utilizó la música como medio de difusión para la poesía, su más fuerte vocación. Antes, debió enfrentarse a sus demonios: a la enorme inseguridad que padeció durante su adolescencia y al terrible miedo escénico que sufría.
Los cimientos de la leyenda en que se convirtieron The Doors se construyeron en un local de Los Angeles, el 'Whiskey a go go', a golpe de concierto diario, de improvisaciones guiadas por su batería (John Densmore), y bajo la batuta de un frontman tan tímido que actuaba de espaldas al público.
Morrison no había hecho gran cosa antes de subir a un escenario. Abandonó pronto su hogar y a su padre -almirante del primer navío nuclear de EEUU- estudió cine en la UCLA con escaso éxito y devoró las obras de Huxley, Rimbaud, Kerouac y Nietzsche. Charlaba tendidamente con sus profesores sobre ellas, mostrando una comprensión tal que "parecía que él mismo hubiera escrito esos libros". Tras graduarse se trasladó a Venice Beach, donde vivía como una especie de bohemio poeta beat: escribía sin cesar y dormía en la playa, en tejados o en las casas de las mujeres que conquistaba. Así, deambulando sin rumbo, se reencontró un día en la playa con Ray Manzarek, ex compañero de estudios y genial organista. El destino le sonreía. O, tal vez, se burlaba de él.
"Las puertas de la percepción"
El cambio que experimentó Morrison poco después de formar The Doors junto a Manzarek, Desmore y Robby Krieger -un infravalorado guitarrista, autor de 'Light my Fire' y gran aficionado al flamenco- fue demoledor. Superaba su miedo al público consumiendo drogas antes de cada concierto, hasta que terminó adoptando el peyote como vehículo experimental. Este pequeño cactus rebosante de mescalina le abrió "las puertas de la percepción", le introdujo en las creencias del chamanismo. Mientras, sus inquietantes canciones cosechaban un éxito inesperado.
En torno al chamanismo Morrison creó su alter ego: 'el rey lagarto', un personaje enormemente provocador en escena, que noche tras noche desplegaba una suerte de tragedia griega frente al micrófono. Causaba tal impacto en su audiencia que las autoridades prohibieron sus conciertos en varias ciudades estadounidenses. Pero terminó chapoteando en un océano de alcohol y psicotrópicos. En marzo de 1969 fue llevado a juicio porque algunos miembros del público afirmaron que había simulado una masturbación, aunque no existían pruebas fehacientes.
El riesgo de ser condenado llevó a Morrison a abandonar los Estados Unidos y marcharse a París. Dejó los escenarios en su mayor momento de gloria, cuando The Doors era el único grupo estadounidense que podía plantar cara a Beatles y Stones. Allí se dedicó por completo a su pasión. Bajo su nombre completo publicó tres libros de poesia de elevado lirismo y singularidad: The Lords, The New Creatures y An american prayer. Poco después, en julio de 1971, fue encontrado muerto en la bañera, en el piso donde vivía junto a su pareja, Pamela Courson. Tenía 27 años. Su tumba, en el cementerio Père-Lachaise, es la cuarta atracción turística más visitada de París. Un curioso epitafio en griego recibe al visitante: "Cada uno es dueño de los demonios que lleva dentro".